Un día de la Virgen de la Candelaria, partió el Doctor Héctor Elías Molina, quien para mí fuera mi maestro, mi amigo, mi padrino profesional, no tengo palabras para describir su bonomía y su amor por nuestro País. Me enseñó entre otras cosas, a saber hilar fino en los vericuetos judiciales del derecho criminal, a franquear puertas para la búsqueda de la justicia, pero sobre todo, aprendí a valorar el entrañable concepto de una Amistad profunda, dejando los sectarismos de lado, contagiándome de su profundo amor por la historia de nuestra Patria. Junto a Paula, su hija, mi hermana putativa y colega, compartimos largas noches de trabajo, que rindieron sus frutos, entre ellos, el pujante Centro de Estudios Gardelianos, guardián de nuestras tradiciones que forjaron la cultura nacional y popular. Su cofradía de amigos seguirá reuniéndose los 13 de agosto para compartir con él alguna paella mientras charlamos de los destinos del país, de los tangos, los viajes donde solía pescar, y tal vez nos espere allá arriba con el Barba, deleitándose del Zorzal Criollo y del Ruiseñor de los Barrios Porteños. Propongo un brindis por él, para probar un poquito nomás...
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